“Vino, Palabras y Piel: Una conversación imaginaria entre Sabina, Whitman, Milanés y Cabral”
Por el Dr. Lauro Amezcua-Patino, MD, FAPA (Para todos mi Amigos)
¿Qué pasa cuando cuatro titanes de la palabra se sientan alrededor de una mesa, con una botella de Rioja y la noche como cómplice? El amor, la mujer y la intimidad se desnudan entre risas, reflexiones y el humo de un cigarro que nunca se apaga.
La primera copa: Risas, Memoria y la Mujer
La mesa es de madera vieja, como las historias que ahí se contarán. Cuatro copas relucen, llenas de Rioja, mientras la luna observa desde la ventana. Sabina se recuesta en la silla, levanta la copa y dice con su característico deje madrileño:
Sabina (riendo, con voz rasgada): — “Vamos al grano, colegas… ¿Quién no se ha perdido en la piel de una mujer para encontrarse después en un lío peor? Mira que yo he querido olvidarlas, pero las malditas siempre se cuelan en mis canciones.”
Whitman, con su voz pausada y acento cargado de poesía, lo observa y sonríe:
Whitman (mirando el vino como si contuviera el universo): — “Cada mujer es un canto de la naturaleza. No se trata de la carne, amigo Sabina… es el alma que en ella vibra. La mujer es la raíz y la flor, el dolor y la celebración de la vida.”
Sabina da un trago largo, deja el vaso en la mesa y suelta entre carcajadas: — “¡Tú siempre tan espiritual, Walt! Mientras tú ves raíces y flores, yo veo copas vacías y camas revueltas. Pero admito… alguna de ellas me ha salvado del abismo.”
Cabral (con tono reflexivo y acento porteño): — “¿Y no es acaso eso el amor? Un abismo en el que uno se lanza sin mirar abajo. Pero ojo, que amar no es depender… es compartir la soledad y encontrar compañía en los silencios.”
Milanés (voz dulce, con el acento cubano acariciando cada palabra): — “Hermano, la mujer es canción y refugio. No hay mayor intimidad que mirarla a los ojos después del amor y entender que, por un segundo, el mundo se detuvo ahí.”
La segunda copa: Entre guitarras y verdades crudas
Milanés afina la guitarra, rasguea suavemente y llena el aire con notas que huelen a nostalgia. Sabina lo mira y murmura: — “Esa canción… me recuerda a una morena en Granada. Ella tenía la mala costumbre de irse justo cuando me estaba enamorando.”
Whitman (con voz cálida): — “Quizá porque el amor no siempre está para quedarse. A veces, el amor es un suspiro fugaz que nos enseña a soltar.”
Sabina ríe: — “O una resaca que no se va ni con café cargado.”
Cabral (sorbiendo el vino y alzando la ceja): — “El problema es que confundimos querer con necesitar. Uno no puede pedirle al amor que cure lo que no se ha atrevido a enfrentar solo.”
Milanés (con una media sonrisa): — “Y aun así, todos buscamos ese abrazo que nos salve… aunque sea por una noche.”
La tercera copa: Intimidad… más allá de la piel
Cabral toma la palabra, su tono es sereno pero firme: — “La gente cree que intimidad es desnudarse, pero va más allá. Es atreverse a ser vulnerable, a mostrar la herida y no pedir que la curen… solo que la vean.”
Whitman: — “La verdadera intimidad es compartir el silencio sin sentir la urgencia de llenarlo. Es encontrarse en la mirada del otro y reconocerse a uno mismo.”
Sabina sacude la cabeza, sonriente: — “Sois demasiado profundos para mi gusto… Yo me quedo con la intimidad de un beso robado, de una carcajada a las tres de la mañana. ¡Eso también cuenta, carajo!”
Milanés (riendo): — “Claro que cuenta, Joaquín. La intimidad es plural. Puede ser el roce, el suspiro… o el silencio después del amor, cuando ambos respiran y el mundo parece estar bien.”
La última copa: Brindis por lo vivido
La botella está vacía, pero las palabras siguen fluyendo. Whitman levanta la copa vacía como si aún hubiera algo que beber: — “A la vida que nos atraviesa, a las mujeres que nos enseñaron a amar, y a nosotros… que aún seguimos aprendiendo.”
Sabina (guiñando un ojo): — “Y a las que nos rompieron el corazón… ¡que también se aprende del dolor, coño!”
Cabral: — “El amor es el único viaje que vale la pena. A veces vuelves con cicatrices, pero siempre con historias.”
Milanés: — “Y con canciones que te salvan del olvido.”
Los cuatro brindan, las copas chocan y un silencio cómodo se instala. Afuera, la madrugada estira sus dedos y la primera luz del día asoma tímida.
Cuatro voces. Cuatro caminos. Y una verdad: el amor, la mujer y la intimidad no se entienden… se sienten. Se viven. Entre canciones, errores, abrazos y despedidas. Porque en el fondo, todos buscamos lo mismo: que alguien se quede, que alguien nos mire… y que, por un momento, la vida pese un poco menos.
Así que, amigos, la próxima vez que tengas una copa en la mano y un corazón latiendo fuerte… brinda. Por el amor que fue, por el que vendrá… y por las historias que aún quedan por escribir.
¿Con cuál de estas voces resuenas más? ¿El rebelde, el poeta, el filósofo o el romántico? Cuéntanos y… ¡salud!